viernes, 4 de marzo de 2011

VINDICACIÓN DE LOS HERMANOS GUTIÉRREZ



DE CUANDO EN 1872 SE LEVANTÓ EL EJÉRCITO, TRATANDO DE IMPEDIR LA SUCESIÓN DE GRUPOS CORRUPTOS EN EL GOBIERNO


Escribe: Luis Guzmán Palomino.


Un golpe de Estado de nuevo tipo fue el que se inició el 22 de julio de 1872, levantándose contra la corrupta república las principales unidades del Ejército Peruano, teniendo por jefes a los hermanos Tomás, Silvestre, Marcelino y Marceliano Gutiérrez, el primero general de brigada y los otros tres coroneles, movimiento en el que tuvo figuración protagónica el incorruptible liberal de izquierda doctor Fernando Casós.
En una farsa de democracia y con elecciones fraudulentas en las que solo competían los grupos de poder, había sido elegido presidente de la república Manuel Pardo, el acaudalado hombre de negocios que llegaba al poder para incrementar la fortuna de su grupo y para desgraciar al Perú (González Prada dixit), aprestándose a entregarle la posta el coronel José Balta, mandatario de uno de los gobiernos más corruptos del siglo XIX, signado por la presencia del inescrupuloso financista Augusto Dreyfus y del corruptor por antonomasia, Henry Meiggs. Este último, a decir de Héctor Varela, fue precisamente quien presionó al indeciso Balta para ungir a Pardo como su sucesor.

LOS BATALLONES QUE FAVORECIERON EL GOLPE

Decimos que los hermanos Gutiérrez encabezaron un levantamiento del Ejército Nacional pues en él tomaron parte sus más destacadas unidades acantonadas en Lima y El Callao. Entre ellas los batallones de infantería Nº 1 Legión Peruana, Nº 2 Pichincha, Nº 3 Zepita, Nº 4 Ayacucho, batallón Nº 5 Callao, batallón Nº 6 Lima, batallón Nº 7 Arequipa, Nº 8 Castilla, Nº 9 Primero de Marina y Nº 10 Segundo de Marina; los batallones primero y segundo de artillería, y el Escuadrón Volante; los regimientos de caballería Nº 1 Húsares de Junín, Nº 2 Lanceros de Torata y Nº 3, no habiendo entrado la Escolta, por servir en la casa de gobierno; y el 1er., 2do. y 3er. Cuerpos de Celadores, además del Regimiento Celadores de Caballería; en total 7,314 efectivos, contándose entre sus jefes a los coroneles Roberto Sequera, José Chariarse, Alejandro Herrera y José Rosa Gil y los tenientes coroneles Wenceslao Espejo y José S. Corrales(1); plegándose también las fuerzas que guarnecían Piura, Trujillo, Cajamarca, Ica y Chincha(2).
Fernando Casós, valeroso defensor de esa efímera revolución, incluso después de su espantosa caída, atestiguaría que habiéndose definido “la política franca, honrada y liberal que servía de base a los acontecimientos nuevos, ese gobierno fue secundado y reconocido por todas las autoridades políticas del Norte y Centro de la República, desde el departamento de Piura hasta el de Ica, lo cual consta asimismo de publicaciones oficiales. Sin el desgraciado suceso de la muerte dada a S. E. el coronel Balta, ese gobierno, en fin, habría sido reconocido por todos los pueblos y autoridades del Sur, habría sido reconocido por los funcionarios de todo orden existentes en Lima cuyo acto, acordado con personas muy respetables el día 25 en la Inspección del Ejército, fue fijado definitivamente para el día lunes 29 de julio, tan luego llegase el pronunciamiento del departamento de Arequipa”(3).

CONTRA EL PARTIDO POLÍTICO MÁS FUNESTO Y CONTRA UN BASTARDEADO CONGRESO ESPURIO

Tomás Gutiérrez, levantado como Jefe Supremo de la República, en Proclama lanzada a la Nación el 22 de julio de 1872, señaló que tomaba el poder para salvar a la república “del abismo en que iba a sumirla el partido político más funesto y la debilidad del coronel D. José Balta”(4). Fue frontal en su crítica al Partido Civil, cuyo triunfo electoral manchado por la corrupción y la sangre (lo señala también el propio Basadre) había sido reconocido por un bastardeado Congreso al que calificó de espurio: “Esa facción que no ha parado en los medios por criminales que hayan sido, pretendía adueñarse de los destinos de la patria; y se hubieran cumplido sus designios, aceptados por la inopinada desidia del que fue Jefe del Poder Ejecutivo, y protegidos por la bastarda cooperación de las intituladas Juntas Preparatorias del Congreso… No era posible, no, que orlase su pecho con la banda bicolor quien está acusado por la nación. No era posible que el hombre que ha corrompido las fuentes del sufragio popular y hasta ungiéndolos de sangre de seres inocentes, no era posible que espurios representantes calificados mediante la cábala y la intriga, dispusieran a su antojo de la suerte de la patria, para entregarla a un hombre que había jurado ser presidente de la república por encima de las leyes que le tienen negado ese alto puesto. Ni era posible, finalmente, que por la debilidad del que fue supremo mandatario, el Perú manchara su brillante historia con una página de baldón y de vergüenza”(5).
Tomás Gutiérrez anunció asimismo la convocatoria a elecciones, una vez consolidado el nuevo régimen político, para reunir una Asamblea de Representantes “de conciencia y de legitimidad clara y definida”, afianzando el voto popular para la construcción de lo que definió como una “nueva era”(6).

CONTRA LA INSULTANTE NOBLEZA Y EL ORO CORRUPTO

Ese mismo día lanzó una Proclama al Ejército y a la Armada, consignando que la historia recordaría el 22 de julio de 1872 como una fecha crucial en la que “el Perú fue redimido de la servidumbre casi consumada de la insultante nobleza y del oro corrupto”(7).
En un telegrama de acatamiento al nuevo orden de cosas, remitido desde Trujillo esa misma noche, el coronel Nicolás Rebaza, jefe de las fuerzas que acantonaban en esa ciudad, citaba similar juicio en referencia al corrupto Congreso: “Desde que la representación nacional se ha convertido en una criminal y ridícula farsa, cerrándose así las puertas de la legalidad en nuestra patria, yo no puedo dejar de ayudar a V. S. para salvar a la república del abismo al que la encaminaban las criminales intrigas de la demagogia”(8).

CONTRA EL CÍRCULO VICIOSO Y EL ESCÁNDALO ELECCIONARIO

El 23 de julio Tomás Gutiérrez lanzó una Proclama a los Pueblos, consignando renovadas críticas a los grupos corruptos que se habían disputado el poder como un botín, deplorando la elección de quien había anunciado la reducción y reorganización del ejército: “Convocadas las elecciones por el ex – presidente de la república, D. José Balta, se creyó con fundamento que el Congreso llevase hasta la puerta del santuario de las leyes, la expresión genuina de la voluntad de los pueblos en el ciudadano que, desnudo de una ambición personal, se resignase a no violentar los
partidos y no infundir temores al Ejército que, a pesar de nuestros desbordes políticos, siempre se ha encontrado al lado de las leyes respetando los sacrosantos derechos del ciudadano. Desgraciadamente, todas las esperanzas y elementos legales para obtener una elección pacífica, huyeron desde los tabladillos eleccionarios, y hoy el círculo vicioso del gobierno saliente, en contraposición de cada partido, ha llevado el escándalo eleccionario hasta disputarse en plena Asamblea el botín de la elección, el espíritu de medrar a costa del sacrificio de nuestro tesoro, de nuestras instituciones republicanas, de nuestras más preciosas garantías sociales
”(9).
Gutiérrez habló del “círculo vicioso del gobierno saliente”, sin faltar a la verdad pues incluso historiadores a él adversos, como Watt Stewart, citaron testimonios como el de Carlos Lisson según el cual, “en el período de Balta el Perú pasó en cuerpo y alma a manos de Dreyfus, quien daba millones con pródiga mano, y de Meiggs, quien los recibía y manejaba, dejándolos resbalar entre sus dedos”(10).

CONTRA LA CORRUPTA REPÚBLICA

Y decimos que los hermanos Gutiérrez se alzaron contra la corrupta república, pues así la describió su principal ideólogo, el abogado Fernando Casós, que solo se desligó del movimiento al conocer el fusilamiento del presidente José Balta en el cuartel de San Francisco, medida extrema que condenó pero que se dio en represalia por el asesinato del coronel Silvestre Gutiérrez, en la estación del tren del Callao. En agosto de ese año, atacado por los diarios de Lima “El Comercio”, “El Nacional”, “La Patria” y “La Nación”, Casós se vio en la necesidad de defenderse con sendos artículos documentados que aparecieron en diarios del Perú, Chile y otras repúblicas americanas, y que se reunieron en un folleto que publicó con el título “La Revolución del Perú”(11). En él, a guisa de apuntes para una autobiografía, denunció Casós la corrupción imperante en su tiempo, en razón de lo cual secundó el movimiento insurreccional de los hermanos Gutiérrez:
Es preciso que sepa la América y la historia:
Que en 1851 y 1852 tuve en mis manos toda la primera consolidación de la deuda, época en que el latrocinio inundó todas las clases sociales, sin que mi nombre se hubiese manchado en un solo centavo de la caja pública.
Que en 1854 desempeñé comisiones en Chile por cuenta de la Revolución, y que, mientras en aquella época todos especularon con la patriotería, mi nombre no se manchó en un solo centavo de la caja pública.
Que en 1858 fui jefe de la oposición más formidable de nuestros parlamentos y que, mientras en ese Congreso, como en los de 1860 y 1870, los representantes han hecho feria y vil tráfico de sus cargos, prestándose unos al sucio papel de corruptores y otros al triste rol de vendidos, mi nombre, ni en 1851, ni en 1853, ni en 1858, ni en 1870, no se manchó jamás en un solo centavo del tesoro.
Que en 1865 fui agente financiero del gobierno en Chile y los Estados Unidos, e invertí en ambas repúblicas, por cuenta del Estado, cerca de 300,000 soles, y que, cuando en esa época las gentes honradas traficaron vergonzosamente con la patria, los unos comprando vales Prado a 50 por ciento, y los otros convirtiéndolos en humo, mi nombre, apelo al coronel Prado y sus ministros, no se manchó en un solo centavo de la caja pública.
Que habiendo hecho gastos, de mi dinero adquirido con el trabajo, en esa misma revolución, soy el único que me encuentro insoluto en el transcurso de siete años por más de 36,000 soles, mientras que todos los patriotas se encuentran pagados por la patria, con 50% de usura y 1% de intereses.
Que mientras que todos los comisionados diplomáticos y consulares han ido a Europa a tomar parte de la túnica de Cristo, quedando siempre como gente honrada, a mi nombre solo se asocia haber trabajado incesantemente para aumentar 10 chelines al precio del guano y haber dado desde 1868 al erario de la república, 5’000,000 de aumento.
En fin, que cuando en la administración Balta, en las obras públicas, ha robado opíparamente toda la gente honrada, repartiéndose en feria pública, como en Chimbote, los fondos fiscales, mi nombre no se ha manchado en un solo centavo del tesoro.
Tales son mis antecedentes públicos; id a verificarlos en las oficinas fiscales, en las de crédito, en las cajas del Estado, en los contratos de irrigación, de ferrocarriles, de aduanas; yo os autorizo para que comprendáis lo que es la honradez verdadera
”(12).

LA MARINA SE ALINEA CON PARDO

Si en un principio el Ejército se alineó con los Gutiérrez, en cambio la Marina les negó todo apoyo, protegiendo al líder civilista Manuel Pardo e iniciando con ello la sangrienta reacción. Los comandantes de la marina suscribieron un documento calificando el alzamiento como germen del
desquiciamiento social más completo”(13).
Varios de los más connotados jefes del ejército y la escuadra, siendo conspicuos miembros del Partido Civil, incluso en el Congreso, se opusieron al golpe de Estado. Fue muy ilustrativo que tuvieran como santo y seña el “quién vive”, contestado por un “¡viva Pardo!”(14). Watt Stewart, con sesgo inequívoco, dice que “felizmente para el presidente electo, la Marina había permanecido desde el comienzo leal a su partido”(15). El decisivo rol del contralmirante Montero en el epílogo del alzamiento es especialmente ilustrativo.

LOS POTENTADOS QUERÍAN UN EJÉRCITO A SU SERVICIO

El historiador Jorge Basadre, apologista de Pardo, no pudo ocultar algunos rasgos incontestablemente favorables a los Gutiérrez, como los siguientes: “En medio de las prodigalidades en que les tocara vivir, los cuatro hermanos habían sido honrados”(16). En lo más álgido del alzamiento, al exigir el efímero gobierno fondos de los bancos de Lima y de las casas Meiggs y Dreyffus, el incorruptible Secretario General Fernando Casós, proclamando que ello no constituía un delito, dijo premonitoriamente “que estarían los revolucionarios ahorcados en la plaza, pero que no se les encontraría ni un solo centavo”(17).
Basadre continúa: “Sencillos, (los Gutiérrez) consideraban como un desastre para su profesión la llegada al poder del partido civilista”(18). Lógica reacción luego de que Pardo, siendo candidato, mostrara animadversión al ejército, según carta que le envió Juan Mariano Goyeneche el 9 de mayo de 1871 (19). Pardo había anunciado una lucha frontal contra lo que llamó “militarismo” y una reorganización del ejército para convertirlo en “el celoso y firme guardián de las instituciones y de los derechos de los ciudadanos”, señalando con demagogia que “la institución no es el cáncer que la gangrena”(20). Una vez en el poder, como habían temido los Gutiérrez, reduciría Pardo el ejército a su más mínima expresión, procediendo igual con la escuadra, olvidando el apoyo que ésta le prestara.
Dice también Basadre que a los Gutiérrez “en Lima se les miraba con cierto miedo, no exento de respeto”(21). Y en uno de sus más lúcidos ensayos les rindió casi un homenaje con este lamento: “En la guerra con Chile, cuánta falta nos hicieron los hermanos Gutiérrez”.

EL ORO Y EL ALCOHOL MUEVEN AL LUMPEN

Para sofocar el alzamiento, lo dice el propio Basadre, el civilismo prodigó dinero y alcohol (22), pretendiendo corromper la lealtad del ejército y reclutando a grupos delincuenciales para dar la apariencia de una reacción popular contra el golpe. En estricto rigor, no cabe aquí hablar de pueblo sino de populacho (23), conformado por sectores lumpenescos y cuasilumpenescos movidos y armados por el oro de los oligarcas de levita o frac, sombrero y bastón, muy bien secundados por sus correligionarios de uniforme.
Definitivamente, las proclamas de Tomás Gutiérrez no hallaron acogida en una población consuetudinariamente sumisa y humillada. Faltó propaganda, se careció de un partido político y de un soporte ideológico. Lima no estaba preparada para poner fin a la generalizada corrupción que se había extendido a todas sus capas sociales. Las mentalidades progresistas que habían florecido durante el gobierno de Castilla, aun haciéndole oposición, estaban ahora opacadas. Lima más bien estaba lista para que sus pobladores, con su acción criminal o su desidia por igual condenable, protagonizaran el más horripilante espectáculo de su historia republicana.
A dos días del golpe el soborno hizo sus efectos, desertando muchos oficiales y efectivos de tropa. En un decreto firmado por Tomás Gutiérrez el 25 de julio, se mencionó que obraban en poder del gobierno “cheques fingidos contra los bancos de la capital con cuyo infame y falso estímulo se ha pretendido corromper la lealtad del ejército”, añadiendo que “se ha empleado el oro corrupto sobre la tropa, creando sangrientas luchas en el interior de los cuarteles, las cuales han causado la muerte de los ciudadanos armados en defensa de la patria y su organización futura”(24). No debieron ser falsos esos cheques pues los Gutiérrez fueron perdiendo apoyo, creciendo por el contrario la fuerza de sus opositores.

SALVAJISMO Y VESANÍA

Al día siguiente, 26 de julio, se precipitaron los hechos luctuosos. Primero, el asesinato de Silvestre Gutiérrez a manos de una turba adicta a Pardo en el Callao; a consecuencia de ello, el fusilamiento del derrocado presidente José Balta en el cuartel de San Francisco: “Se dice que habiendo vivado a Pardo la gente que rodeaba la estación (del tren en El Callao), descargó el coronel (Silvestre Gutiérrez) su revólver sobre la multitud… La multitud contestó a sus tiros y con uno de ellos le destrozó el cráneo. A pocos momentos de esa muerte, y como consecuencia suya, se realizó la del coronel Balta que se hallaba preso en el cuartel de San Francisco. Tan luego como se supo la muerte de Silvestre Gutiérrez se fusiló al ex presidente”(25).
A ello siguió la muerte de Marceliano, que cayó combatiendo en el Castillo de El Callao, a la cabeza del batallón Zepita. “El Comercio” publicó una corresponsalía remitida desde El Callao con este detalle: “El coronel don Marceliano Gutiérrez murió en el torreón del Norte del Castillo de la Independencia”(26). El mismo diario describió el ensañamiento del populacho que marchó de Lima para traer sus despojos: “Sobre el cadáver de Marceliano Gutiérrez, que fue enterrado ayer en una de las fosas del cementerio de Baquíjano, se colocaron seis cadáveres más, y sin embargo, la gente que más tarde vino de Lima para llevárselo, quitó la tierra, sacó los seis cadáveres extraños y cargó con el que deseaba. Pero no cargó con él literalmente hablando sino que lo sacaron del cementerio arrastrándolo, y así lo llevaron hasta La Legua, donde hicieron parar un tren que se dirigía a Lima, en el cual llegaron a esta ciudad”(27).
Y esa misma noche, viéndolo todo perdido, Tomás Gutiérrez decidió entregarse prisionero ante el coronel Domingo Ayarza. Quiso éste salvarle la vida, sobre todo al escucharlo decir que el golpe de Estado fue institucional: “He hecho esta salvajada -le habría dicho su prisionero-, pero cualquiera otro en mi situación habría hecho lo mismo; todos los jefes y oficiales han estado comprometidos”(28).
La rendición tuvo lugar en la esquina que formaba la Calle de Yáñez, contigua al cuartel de Santa Catalina y fue vista por pocos, de manera que Ayarza y algunos de sus compañeros creyeron que sería posible salvar a Tomás Gutiérrez conduciéndolo por calles poco transitadas hasta la casa del segundo vicepresidente, general Diez Canseco. Pero poco después fueron descubiertos por el populacho, que exigió la entrega del prisionero, incluso amenazando a sus captores. En ese trance se toparon con unos soldados que conducía el sargento mayor Cornejo, que se ofrecieron para resguardar mejor al prisionero.
Fatalmente, al llegar a la esquina formada por la Calle de Mercaderes con la de Espaderos, un grupo de “notables” interceptó a la comitiva. Lo formaban, entre otros, el capitán de navío Lizardo Montero, el diputado Ignacio Távara, Alfonso Montes, Carlos Alcorta, un señor Nieto y el comandante Carlos Leyva. Ayarza, ingenuamente, creyó que entregando su prisionero al comandante Lizardo Montero lo ponía a salvo, considerando que la popularidad e influencia de este jefe, de quien se conocía su filiación civilista, ofrecían una inmejorable garantía. Montero aceptó de buen grado la misión de entregarlo a la autoridad competente y entonces Tomás Gutiérrez entendió que había llegado su hora postrera.
En efecto, Montero y sus amigos, que iban a caballo, no se atrevieron a contener a un grupo de exaltados que les cerró el paso en la plazuela de La Merced, abandonando a Tomás Gutiérrez que quedó a merced del populacho. En situación tan extrema, el propietario de la botica ubicada en la esquina de Lescano y Espaderos, don Esteban Valverde, con ayuda de sus dependientes logró introducir al infeliz a su establecimiento. Pero nada contuvo al populacho que destruyendo las puertas de ese comercio, halló finalmente a su víctima ultimándola salvajemente.

ASESINOS DE ARRIBA Y DE ABAJO

A decir de Valverde, el cadáver del general Tomás Gutiérrez fue repasado “por personas decentes”(29), los señorones de levita, sombrero y bastón que agitaban con su oro las más bajas pasiones del lumpen. Así, un salvaje tasajeó el pecho desnudo del infortunado rebelde, dibujando con su sangre una banda presidencial y sacándole el corazón para exponerlo cual macabro trofeo.
Luego, el cadáver fue arrastrado hasta la plaza de armas y colgado de un farol frente al portal de Escribanos. Poco después, en un farol próximo, fue colgado el cadáver de su hermano Silvestre.
Mas no terminó allí la vesanía, pues en horas de la madrugada los despojos humanos fueron colgados en las torres de la catedral. Y al amanecer, un trastornado cortó las cuerdas que los sostenían, cayendo al suelo empedrado desde una altura de veinte metros con espeluznante resultado. Otros trajeron entonces leña avivando una pira en la que quemaron lo que sobraba de quienes habían sido solo seis años antes beneméritos a la patria por su heroica actuación en el combate del 2 de Mayo. En esa infame pira echaron luego los restos de Marceliano, traídos desde El Callao. Y se dice que en esa infernal jornada hubo incluso antropofagia (30).

EPÍLOGO

Expuestos así los hechos resulta chocante que cierta historiografía haya exaltado la caída de los Gutiérrez como expresión de un triunfo popular. Más repugnante aún es que políticos encumbrados a las más altas magistraturas de la república, citen con reiteración estos luctuosos
sucesos como ejemplo digno de seguir (31).
En verdad, el alzamiento de los Gutiérrez pretendió poner coto a la corrupción imperante en la república, a la sucesión de una banda de delincuentes por otra en las esferas del poder, pues eso fue el tránsito de Balta a Pardo. Lima, la opulenta y corrompida capital, albergaba en su seno una clase dominante apátrida, capas medias carentes de conciencia política (o influenciadas negativamente por la prédica social darwinista), sectores pobres sumisos y humillados, y un apreciable número de rufianes de todo tipo, lumpen consentido y sobornable.
La minoritaria elite ilustrada que impulsara el movimiento liberal de mediados de siglo dependía ahora de los poderosos, pero tenía aún algunos voceros dispuestos a denunciar el desquiciamiento moral imperante, como lo hiciera Francisco Laso, precursor de Manuel González Prada. Entre ellos el incorruptible Fernando Casós, a quien por algo escogió Tomás Gutiérrez para secundarlo como Secretario General. A propósito de este importante cargo, al corrupto Balta lo sirvió en tal calidad Ricardo Palma, alineado desde entonces con el nefasto Nicolás de Piérola.
La debacle final de los hermanos Gutiérrez fue causada por el lumpen movilizado con el oro y el alcohol prodigado por los civilistas, habiéndose contratado para esta orgía de sangre a gente del hampa que pululaba en los suburbios de la capital y en las obras ferrocarrileras de Meiggs, ligado tanto a Balta como a Pardo.
De esa Lima de tapadas y destapadas, que añoraba aún a España aunque mirando ahora a Francia, de esa Lima que con ironía Francisco Lazo comparó con Esparta, “con solo la diferencia que en este último país se educaba a las mujeres como a hombres, mientras que entre nosotros se educa a los hombres como a mujeres”(32), de esa Lima veleidosa y claudicante poco podía esperarse en la guerra del guano y del salitre. Patrioterismo, teniéndola lejos y cierrapuertas, con los invasores ya cerca. Esa Lima iba a consentir, por igual, a Piérola y a Lynch, al inepto dictador peruano y al brutal jefe de la ocupación chilena, con su clase dominante siempre claudicante; con sus minoritarios sectores medios donde constituían un grupo de excepción aquellos que se interesaron en la suerte de la patria; con sus capas pobres siempre humilladas y siempre sumisas y con sus sectores lumpenescos dispuestos a seguir perpetrando fechorías como si la guerra con Chile no existiese.

NOTAS:

(1) “El Nacional”, Lima, sábado 27 de julio de 1872. Publicó esta relación, según dijo, para “poner en letras de molde los nombres de los desnaturalizados hijos de este país que contribuyeron a desprestigiarnos ante el mundo civilizado en los cuatro días que tuvimos en el poder a los tiranos”.
(2) “El Peruano”. Boletín Oficial. 2da. edición de los números 4, 5, 6 y 7, publicados del 24 al 27 de julio. Año 30, tomo II, 2do. Semestre, p. 39. Lima, 1872. Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, Quinta Edición, Ediciones Historia, Lima, 1961, t. IV, p. 1934.
(3) La Revolución de julio de 1872. Cuestión Fondos Fiscales. Segunda Defensa del abogado Fernando Casós en los Tribunales de Justicia, Imprenta de El Porvenir, Trujillo, 1876, p. XIX.
(4) “La Sociedad”, Lima, miércoles 24 de julio de 1872.
(5) “La Sociedad”, Lima, miércoles 24 de julio de 1872.
(6) ídem.
(7) “La Sociedad”, Lima, miércoles 24 de julio de 1872.
(8) “El Peruano”. Boletín Oficial. 2da. edición de los números 4, 5, 6 y 7, publicados del 24 al 27 de julio. Año 30, tomo II, 2do. Semestre, p. 39.
(9) “El Peruano”. Boletín Oficial. 2da. edición de los números 4, 5, 6 y 7, publicados del 24 al 27 de julio. Año 30, tomo II, 2do. Semestre, p. 42.
(10) Henry Meiggs. Un Pizarro yanqui. Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1954, p. 271. Este historiador norteamericano falta a la objetividad al endilgar duros calificativos a los hermanos Gutiérrez (crueles, ridículos, torpes, usurpadores) y falta a la verdad al decir que “no apareció ningún periódico en Lima ni Callao desde el 23 hasta el 27 (de julio de 1872)”, salvo que haya sido mal traducido por Luis Alberto Sánchez (p. 284), porque se publicaron “La Sociedad”, “La Patria” y “El Nacional”, hasta donde hemos podido indagar.
(11) Originalmente, este folleto se publicó en 1872 y un extracto del mismo apareció inserto en el
opúsculo La Revolución de julio de 1872. Cuestión Fondos Fiscales. Segunda Defensa del abogado Fernando Casós en los Tribunales de Justicia, Imprenta de El Porvenir, Trujillo, 1876.
(12) La Revolución de julio de 1872. Cuestión Fondos Fiscales. Segunda Defensa del abogado Fernando Casós en los Tribunales de Justicia, Imprenta de El Porvenir, Trujillo, 1876, pp. 8 y 9.
(13) Basadre, op. cit., p. 1935.
(14) “El Comercio”, Lima, lunes 29 de julio de 1872.
(15) Henry Meiggs. Un Pizarro yanqui. Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1954, p. 280.
(16) Historia de la República del Perú, Quinta Edición, Ediciones Historia, Lima, 1961, t. IV, p. 1931.
(17 )“El Comercio”, Lima, julio 28 de 1872.
(18) op. cit. , p. 1931.
(19) Citada por Basadre, op. cit., p. 1921.
(20) op. cit., p. 1922.
(21) op. cit., p. 1932.
(22) op. cit., p. 1935.
(23) El calificativo lo da el propio Basadre, siempre contradictorio, pues indistintamente habla de pueblo y de populacho, op. cit., p. 1936. Populacho es la parte ínfima de la plebe y ésta la clase social más baja.
(24) “La Patria”, Lima, sábado 27 de julio de 1872.
(25) “El Nacional”, Lima, sábado 27 de julio de 1872.
(26) “El Comercio”, Lima 29 de julio de 1872.
(27) ídem
(28) ídem..
(29) Relato consignado por Jorge Basadre, op. cit., p. 1938.
(30) Cita Jorge Basadre algunos pasajes del folleto titulado “Las jornadas del 26 y 27 de julio”, escrito por un anónimo cristiano, en los que se menciona que hubo desquiciados que llegaron a “comerse aún la carne de esos que habían sido criminales pero que ya no eran sino unos cuerpos muertos”, op. cit., p. 1939.
(31) El 1 de junio del 2006, en su perorata de fin de campaña hacia la presidencia, Alan García
comparó a los hermanos Humala con los hermanos Gutiérrez: "Los cuatro hermanos Gutiérrez
fueron linchados por el pueblo de Lima y colgados de las torres de la Catedral
", recordó antes de considerar el militarismo y el autoritarismo como lo más viejo que hay en el Perú. (“Perú 21”,
Lima, viernes 2 de junio de 2006). Ya como presidente, en un discurso ante el monumento a Miguel Grau, condenó reiteradamente a los hermanos Gutiérrez, señalando que el pueblo “ajustició a esos cuatro y colgó sus cuerpos de las torres de la catedral de Lima” (“El Comercio”, 8 de octubre de 2010). Lo saltante en esta declaración fue la renovada prueba de su desconocimiento de la historia, pues los colgados fueron dos, Tomás y Silvestre, y no cuatro. El cadáver de Marceliano no fue colgado, pero sí quemado públicamente. Y Marcelino, herido, les sobrevivió.
(32) El Aguinaldo. Colección de recriminaciones, ultrajes y denuestos, inferidos al Perú y a su sociedad, según pública voz, por el ciudadano Francisco Lazo, diputado por Lima al Congreso Constituyente, hallándose en Europa viviendo y educándose a expensas de la nación. Imprenta de El Liberal, Lima, 1867, p.13.

8 comentarios:

Unknown dijo...

He leído y releído este ensayo porque en verdad reescribe uno de los capítulos más dramáticos de la historia del Perú republicano.
Y debo concluir en que está del todo justificada la reivindicación de los Hermanos Gutiérrez, tan espantosamente muertos no obstante haber intentado poner coto a la corrupción imperante en su tiempo.
No me sorprende que personajes hoy encumbrados en las altas esferas del gobierno sigan cebándose en la sangre de esos mártires. Es como si quisieran seguir matándolos una y mil veces.
No me sorprende pues son los que hoy tratan por todos los medios de convertir en héroe nacional nada menos que a un traidor, el suscriptor de la paz implorada de rodillas a Chile, Miguel Iglesias.

GOTAS PARA LA HISTORIA dijo...

Este artículo del profesor Guzmán nos ayuda ver de como la plata "de los de arriba" se movió en el siglo XIX para profundizar la corrupción. ¡Cuidado que también en estos días se puede repetir lo mismo!

Anónimo dijo...

Que horror saber sobre estos hechos en nuestra historia y lo peor aun que siga dandose en la actualidad.
Alguien debe poner alto a la corrupcion en las altas esfers del gobierno.

hectoralvan23@gmail.com dijo...

Solo conociamos la version de los "Vencedores", en este articulo tenemos una opinion distinta a la "Oficial", los argumentos expuestos son claros, ademas se conocen las razones de Caso', y los comentarios de Lazo,merece mayor difusion.

Anónimo dijo...

Esto es lo mas estupido que he leido en muuuucho tiempo....

Anónimo dijo...

Hace muchos años que mi padre me copntó que él había leído en libros ya desaparecidos de la Biblioteca Nacional una versión muy parecida a ésta; González Prada en "Figuras y Figurones" también menciona dos aspectos importantes una la de la conocidad honestidad de los coroneles hermanos y el oro civilista mermando la disciplina del ejército. Muchas gracias por exponer un punto de vista distinto al oficial, como siempre mentiroso y acomodado a esa gente que se hizo rica con el erario nacional y la traición: los civilistas.
Enrique Gutiérrez Arbulú.

Unknown dijo...

Es el comentario más estúpido que escuche si no fundamento por falta de cultura.

Tomas de la Vega dijo...

El asesinato de lso coroneles es como una maldición al Perú. El populacho incitado por los masones limeños y los aristócratas que despues de 50 años anhelaban que regresara el virrey español, lograron que ese pueblo que los Coroneles defendieron con su sangre por mas de 25 años, los linchara. Ese asesinato el pueblo aún los sigue pagando, porque sigue gobernado por las mismas ratas que cuando se dio la guerra con Chile huyeron del barco. Los hermanos Gutierrez y especialmente Tomás era el llamado a seguir los ideales de Ramón Castilla, de hacer del Perú una patria fuerte, rica y respetada en la región. Acuerdense que cuando Castilla murió en un pueblito en el desierto de Tarapacá, Tomás estuvo a su lado. Esta historia retorcida es producto de la bronca que la clase pudiente de Lima le tenían a los Gutierrez por la derrota inflingida en 1855 en la batalla de la Palma, donde castigaron a los corruptos encabezados por Echenique que se repartieron 26 millones de soles de ese entonces, dinero que tenia que ser repartidos (la consolidación, como le dieron en llamar)a las familias a lo largo de todo el Perú, como compesación a los préstamos y confiscaciones o donaciones que hicieron en la guerra de la independencia.