jueves, 30 de junio de 2011

EL SUPREMO TRAIDOR EN LA CRIPTA DE LOS HÉROES


Alan García dispone honores máximos a Miguel Iglesias

EL SUPREMO TRAIDOR EN LA CRIPTA DE LOS HÉROES

Escribe: Luis Guzmán Palomino*.

En la hora undécima de su gobierno, el presidente saliente, Alan García Pérez, ha dado cima de manera silente a un nefasto proyecto que anunció a mediados de su mandato, cual fue el de convertir en Héroe Nacional al supremo traidor Miguel Iglesias. Porque el miércoles 22 de junio del presente año ha estampado su rúbrica a la Resolución Suprema Nº 254-2011-DE/, disponiendo “trasladar a la Cripta de los Héroes ubicada en el Cementerio “Presbítero Maestro” los restos mortales de quien fuera Ministro de Guerra, General Miguel Iglesias en su condición de Jefe del Primer Cuerpo del Ejército en las batallas de San Juan y Chorrillos, y vencedor de la batalla de San Juan”.

Dicha Resolución Suprema, publicada en el diario “El Peruano” el 23 de junio, es nula de por sí nada más si consideramos su equivocado enunciado. Miguel Iglesias no fue el “vencedor de la batalla de San Juan”. Allí venció Chile. Hasta pareciera haber brotado en esa redacción el subconsciente de los miembros de la Comisión Oficial creada ad hoc para examinar lo propuesto por el gobierno de turno. Esta Comisión Oficial, creada el 23 de abril de este mismo año, con una prisa digna de mejor causa se ha limitado a consentir un repudiable despropósito y sus miembros han asumido una grave responsabilidad ante el juicio de la historia. Por algo se excluyó de ella a la Orden de la Legión Mariscal Cáceres, que de seguro no hubiese consentido tamaño desatino.

Miguel Iglesias, desde la noche del mismo 13 de enero de 1881, vale decir unas horas después de haber sido tomado prisionero, se convirtió en vasallo de Chile. Por eso fue que Cáceres, en una de las cartas que escribió en el fragor de la guerra, lo describió con toda crudeza, diciendo: “YO NO VEO EN IGLESIAS SINO A UN TENIENTE CHILENO, QUE OBEDECE A LOS PROPÓSITOS CHILENOS Y QUE VIVE BAJO LA SOMBRA DE LOS CHILENOS”.

EL INEPTO MINISTRO DE GUERRA

La Resolución Suprema aludida pretende justificar lo inaudito citando la conducta de Miguel Iglesias en la Defensa de Lima. Veamos si en ella hubo heroísmo.

Miguel Iglesias, como Ministro de Guerra del dictador Nicolás de Piérola, fue responsable principal del caótico plan de defensa que presentó Lima al invasor chileno. Tuvo más de un año para organizar una adecuada defensa, pero no lo hizo, dedicándose más bien a otros afanes a cual más escandaloso, según describen las crónicas de la época y los escritos de Manuel González Prada. El primero de todos, desgraciando al Ejército del Sur al partirlo en dos, con lo que condenó a Bolognesi y los suyos; luego, apartando a los militares de carrera e improvisando coroneles entre sus amigos los “notables”; después, aplaudiendo el absurdo plan de su caudillo que fortificó el Cerro San Cristóbal, creyendo que los invasores vendrían a Lima por la sierra; finalmente, descuidando la preparación de la Reserva y lo que es más grave, la de las tropas colecticias llegadas del interior, que no sabían ni manejar las antiguas armas que portaban, por lo que solo pudieron servir de carne de cañón en San Juan y Miraflores, a pesar de su heroísmo sublime.

Miguel Iglesias, como Ministro de Guerra, fue entonces uno de los dos principales responsables de la tragedia, porque facilitó con su ineptitud la victoria de Chile. Miguel Iglesias luchó contra Chile solo unas horas, el 13 de enero de 1881. Poco después actuaba ya como parlamentario chileno, proponiendo la rendición total. El mayor Julio C. Guerrero, en su ensayo “La guerra de las ocasiones perdidas”, inserta un testimonio según el cual Miguel Iglesias confió a un oficial peruano, también prisionero, que sería de inmediato liberado, como sucedió realmente.

Miguel Iglesias se retiró a sus feudos de Cajamarca dispuesto a esperar el desenlace de la guerra. Por desgracia para el Perú no permaneció inactivo, sino que se acercó al controvertido Lizardo Montero, quien había sido destacado por Piérola como Jefe Superior Político y Militar del Norte, con sede en esa ciudad. En mala hora, Montero designó a Iglesias Jefe del Ejército del Norte, pues desde este cargo Iglesias esperó solo el momento oportuno para darle un golpe de estado, trabajando en consuno con los publicistas que en varias ciudades del Norte hacían propaganda por el derrotismo. Conducta por demás reprobable porque por entonces se extendía por varias regiones la Guerra de Resistencia Nacional, liderada por el General Andrés Avelino Cáceres.

Al dejar Montero Cajamarca y partir hacia Arequipa, donde iba a instalar su nueva sede de gobierno, Miguel Iglesias consumó su golpe de estado, asumiendo el mando en Cajamarca. Por coincidencia, paralelamente se desarrolló en la región central la Contraofensiva Patriota, que culminó en julio de 1882 con los triunfos de Marcavalle, Pucará, Concepción, San Juan Cruz y Tarmatambo, provocando la retirada en derrota de los chilenos, que debieron encerrarse en la capital y en contadas ciudades costeras.

EL MANIFIESTO DE MONTÁN

Con esas victorias patriotas se probaba que la lucha emprendida por Cáceres se ceñía a una bien meditada estrategia, pues causando al enemigo tales reveses a la larga podría obligarlo a desocupar el país, sobre todo si la resistencia se extendía a todas las regiones. Ello, incluso, tenía repercusiones en Chile, cuyo gobierno, para sostener una prolongada ocupación, se veía impelido a dictar reclutamientos forzosos, originando el descontento social, a la vez que debilitaba su economía, ahondando su crisis interna.

No era entonces insensato pensar en la validez de la guerra prolongada de guerrillas, pero para que ésta alcanzase el triunfo habría sido necesaria la unidad de opinión en todo el Perú. Desgraciadamente, la nefasta actitud de los grupos de poder “nacionales” impediría la conformación de un sólido frente común. Porque precisamente en los días de tremenda crisis para el enemigo, fue que acudió en su auxilio un grupúsculo de traidores que prefirió el pacto entreguista antes que poner en peligro sus intereses de clase dominan­te.

Coincidiendo con la contraofensiva patriota en el Centro, se desarrollaron sucesos no previstos en el Norte. Una columna chilena, violando el secreto pacto de no agresión que tenía con Miguel Iglesias con su alto mando, incursionó en Cajamarca en plan de saqueo. El pueblo reclamó combatir y no pudo oponerse a ello Iglesias, pero se cuidó de no tomar parte en el combate librado en San Pablo el 13 de julio de 1882. Como los chilenos se pusieran en retirada, Iglesias proclamó victoria y lanzó una arenga opuesta a su concep­ción derrotista. Ante esto, dos nuevas divisiones chilenas se movilizaron sobre esa región, provocan­do la sola noticia de su proximidad el pavor de Iglesias, quien fugó al interior.

Teniendo el campo libre los chilenos cobraron venganza. Chota, bastión de la resistencia patriota, fue destruida el 30 de agosto. E Iglesias, a punto de ser alcanzado, se detuvo en la hacienda Montán, donde el 31 de agosto firmó un Manifiesto, que se inscribiría entre las más execrables páginas de la infamia. Fue el tristemente célebre Manifiesto de Montán, en el que se pronunció a favor de la rendición absoluta, aceptando la paz bajo las condiciones que Chile imponía, comprometiéndose a servir en ese propósito.

Miguel Iglesias no tuvo empacho en renegar del triunfo de San Pablo, señalando que el "pueblo inexperto" precipitó "el estéril triunfo de un instante". Rechazó por ello lo que llamó "fiebre de una guerra activa y esperan­za de una paz ventajosa", porque a su juicio eran "imposibles después de nuestros repetidos descalabros". En su infame proceder consideró “descalabros” a los triunfos obtenidos por Cáceres en el Centro, calificando a los breñeros como "guerreros de gabinete, patriotas de taberna, zurcidores de intrigas infernales, cobardes, mil veces cobardes y autores de la catástrofe nacional". Como era de esperarse, Chile celebró por todo lo alto esa rendición y entonces Miguel Iglesias, que dio en llamarse “presidente regenerador del Perú”, destacó a sus seguidores como guías, espías y vanguardia del ejército chileno.

UNA PAZ IMPLORADA DE RODILLAS

Profunda consternación causó en Tarma, cuartel general del Ejército del Centro, el conocimiento de la traición de Iglesias. Porque ello ocurría precisamente cuando se lograba con grandes esfuerzos la reorganización y equipamiento de las unidades patriotas, cuando llegaban par­tes dando cuenta del resurgimiento de la resistencia guerrillera en varias zonas del país, cuando afluían en gran número contingentes de humildes campesinos reclamando un puesto en la resistencia; en fin, cuando habían renacido las esperanzas de variar el desenlace de la guerra.

Abelardo Gamarra, soldado de La Breña, describió con amargura la difícil situación así creada: "La facción abortada en Montán invocó la paz de hinojos, secundando las miras del enemigo, y a su ejemplo, algunos otros malos peruanos incitaron a la traición en los pueblos vecinos al cuartel general que enarbolaba el pabellón nacional dispuesto a sostenerlo a toda costa". Entre los breñeros se habló de que Iglesias se había vendido al mejor postor y que su actitud constituía "un golpe terrible para el patriotismo peruano".

Cáceres tuvo noticia de lo sucedido por un ejemplar del "Diario Oficial" chileno que le fue re­mitido desde Lima. Es de suponerse su tremenda indignación, pues ella se trasluce en sus proclamas de octubre. Y su primera reacción fue dirigir un oficio al prefecto patriota de Ancash, reprobando el atentado de lesa patria perpetrado por Miguel Iglesias, a quien denunció como infame traidor por implorar a Chile la paz de rodillas:

"… por ese Manifiesto, fruto de una tristísima ofuscación, se segrega del Gobierno Constitucional del Estado la región territorial comprendida por los departamentos del Norte; en ese documento se convoca a esos pueblos para que decidan ellos la forma de gobierno que debe regir sus destinos, rompiendo de hecho la unifi­cación de la república y sembrando en ella los elementos dañosos de la anarquía, precisamente en las horas en que el país exigía para su salvación, el concurso y la unánime voluntad de los buenos ciudadanos.

“… por último, se acepta la paz bajo las condiciones impuestas por el enemigo, de cesión de la parte más rica y valiosa del territorio… A la verdad, apenas es explicable lo que pasa, y ante la deformidad de la acción llevada a cabo por el general Iglesias, los pueblos del Centro y todos los que se conservan fieles a la causa sagrada de la uni­ficación nacional, no pueden creer jamás sino que el Manifiesto de que me ocupo es obra exclusiva de un mal peruano y de ninguna manera el eco de los distingui­dos y patrióticos departamentos del Norte de la república… V. S., en nombre de la dignidad nacional, sabrá condenar y reprobar tan triste y criminal atentado, haciendo por su parte todo lo que es posible hacer para ahogar en su principio esa infame rebelión que no tiene nombre.

El 16 de octubre de 1882, el jefe de la Resistencia Nacional lanzó una solemne proclama a los ciudadanos de la República y especialmente a los habitantes del Centro, renovando sus críticas al traidor y ratificando su esperanza en que los pueblos del Perú se mantendrían firmes en el sendero del deber. Estas fueron sus palabras:

"Conciudadanos:

“Cuando a la sombra de la unidad política, consolidada con extraordi­narios y sangrientos sacrificios, el Perú se presentaba ante sus implacables enemigos a la altura de su dignidad y de sus gloriosas tradiciones, el General Iglesias ha venido a levantar el odioso pendón de la anarquía, proclaman­do los departamentos del Norte independientes del gobierno nacional y cali­ficando como un crimen y falso honor al sentimiento que conduce a los de­fensores del país a luchar por la soberanía e integridad territorial de la re­pública.

“Semejante inconcebible procedimiento del Jefe del Norte significa­ría para el enemigo un triunfo incomparable; y envolvería para nosotros el más funesto descalabro, tendentes a facilitar a Chile sus propósitos de domi­nación y de conquista, y a presentarnos a la contemplación del mundo como un pueblo ingobernable, sin moral política, sin fe en sus propios destinos e incapaz de sobrellevar con nobleza las amarguras que ofrece el infortunio, si la obra de Iglesias no tuviera como tiene para su inmediata destrucción el sello de su monstruosa iniquidad.

"Habitantes del Centro:

“En el sendero del deber y de las conveniencias del Perú en que me encuentro, interpretando los sentimientos de la nación y el pensamiento del gobierno, he dedicado mis esfuerzos todos a la continuación de la guerra, después de nuestras dolorosas caídas, porque he visto en ella, con la más profunda convicción, el único medio de arribar a la paz, que hoy persigue con noble y generoso empeño en el campo del honor el gobierno del Vice­presidente encargado del poder Ejecutivo.

“Un crimen sería, ciertamente, sostener el estado de guerra con todos sus horrores y ninguna de sus ventajas, sólo por conseguir la satisfacción de un amor patrio exagerado y el predominio de bastardos intereses sobre las ruinas nacionales. Pero cuando lo que se persigue, como principal objetivo, es la paz, entonces es una necesidad y un deber patriótico demandarla con las armas en la mano, con toda la altivez de quien no ha perdido la concien­cia de su derecho ni el amor por su libertad e independencia.

“Mas, lo que hoy pretende el general Iglesias, olvidando en hora la­mentable el buen nombre del Perú, es una paz implorada a Chile de rodillas, paz humillante y vergonzosa, que subleva todo sentimiento de indignación y ante la cual el patriotismo se encuentra escarnecido y degradado.

"Conciudadanos:

“Vosotros que con tanto valor y abnegación acabáis de revelar con he­chos heroicos y eminentes, todo el poder de un pueblo que prefiere a la igno­minia de la conquista el sacrificio de la existencia, seguro estoy de que con­denaréis con enérgica protesta el escandaloso extravío de un soldado que, en los momentos de la prueba y del sacrificio, proclama el desconcierto y la anarquía, y pone humildemente a las plantas del vencedor extranjero la espada que la patria le confiara para la defensa de su honor y de su gloria.

Por lo demás, contando como cuento, con vuestro decidido patriotismo, confío en que la unificación nacional, obra exclusivamente vuestra, por un instante amenazada, tendrá en vosotros la más segura garantía y el más firme apoyo.

Vuestro jefe y amigo

Andrés A. Cáceres.

“IGLESIAS FUE EXPULSADO DEL EJÉRCITO POR TRAIDOR

El 18 de octubre, ante los soldados y guerrilleros del Ejército del Centro, Cáceres pronunció otra encendida proclama, exhortándolos a perseverar en el campo del honor, para borrar de la his­toria la mancha de la traición.

"Soldados:

“En el hermoso cielo de vuestras glorias, conquistadas en medio de cruenta adversidad, se levanta hoy liviana sombra pretendiendo empañar los felices horizontes que vuestro esfuerzo, vuestro arrojo y vuestro oficio des­cubrieron a la patria en sus horas de luto y de martirio. Una espada que brilló por un momento con el vivo resplandor del cumplimiento del deber, rasga desleal y osada el sagrado manto de la unión que se extendía en la república.

“Soldados:

“El aliento emponzoñado del enemigo, su planta que marca las huellas de la desolación y la ruina, exaltó vuestros espíritus para buscar con la enér­gica resolución del sacrificio, o la gloria de la muerte o la satisfacción de la venganza. La obra inesperada del destino, el amargo recuerdo del pasado, el aspecto aterrador de los campos asolados, el grito de millares de inocentes, el espectáculo de pueblos incendiados, arrancan al general Iglesias la palabra de la impotencia y la voz de la traición, cuando a vosotros os llevaron por el camino de Pucará, Concepción y Marcavalle, para fijar, como habéis fijado, la senda de la gloria con los soberbios monumentos de vuestros triunfos.

"Amigos:

Una espada que se rinde, nada significa, nada importa, en nada falta, cuando son los laureles el porta-rifle de vuestras armas.

"Compañeros:

“Vuestros nobles hechos han inspirado el ardiente amor de los pue­blos. En cada ciudadano habéis encontrado un amigo; como habéis alcanzado los aplausos del gobierno, como habéis conquistado el orgullo para el por­venir. Un hombre que deserta, jamás debilita las potentes filas que el infor­tunio ha respetado y la patria bendecido.

"Soldados:

“Estamos en el campo del honor. La victoria es nuestra guía. Ella, como en las luchas de ayer, nos brindará con dignidad el olivo de la paz. Defendéis el suelo que encierra las glorias de Junín y de Ayacucho. Imitad, pues, con la unión y con la fe a los grandes campeones de la libertad de un mundo.

Vuestro general y amigo:

Andrés A. Cáceres.

La ciudadanía de Tarma, reunida en cabildo el 20 de octubre, manifestó su adhesión a las declaraciones de Cáceres, condenando el proceder de Iglesias en los mismos términos que lo habían hecho otros pueblos. Los periódicos patriotas se aunaron a la protesta general, señalando que los traidores sólo buscaban la satisfacción de sus ambiciones bastar­das.

La prensa de Junín hizo notar que ese departamento, pese a haber sido el más castigado por la barbarie chilena, no había caído en la cobardía y traición: "Si los sufrimientos de una guerra de cuatro años fuesen la causa para buscar la paz sin honra, cualesquiera que fuesen las condiciones que se impu­sieran, ningún pueblo obtendría más derecho que los departamentos de Ju­nín; pero este departamento no eclipsará su pasado glorioso, ni manchará sus victorias obtenidas desde Pucará, Concepción, Marcavalle, hasta Tarma­tambo y San Juan de la Cruz; sus esforzados campeones que se levantan hoy sobre pedestales de la sangre de sus hermanos, no se apartarán, por la trai­ción y la cobardía iniciada en Cajamarca, de su deber ni de la senda gloriosa que se han trazado".

Pero la reacción más contundente, por provenir del gobierno constitucional reconocido por el Ejército de La Breña, se produjo en Arequipa, donde la traición de Iglesias fue conocida recién a finales de octubre. Y no provino precisamente de los “notables” arequipeños, cuya vacilante actitud era ya notoria, sino más bien del propio Montero, quien el 9 de noviembre de 1882 firmó un decreto borrando del escalafón militar al que calificó de traidor a la patria:

"Considerando:

“1° Que el general don Miguel iglesias, jefe Superior, Político y Militar de los Departamentos del Norte, ha desconocido la autoridad del gobierno provisorio constitucional, único que existe en la República, y no se ha limi­tado a arrogarse el título de Jefe de Estado, sino que ha proclamado la se­paración o fraccionamiento de los pueblos de su mando, atacando la integri­dad del territorio y la unidad nacional;

2° Que conforme al título 3°, artículo 5° de la Constitución, comete el delito de lesa patria el que se arroga el título de soberano;

3° Que el delito cometido por el general Iglesias es de mayor gravedad, si se atiende a las circunstancias de guerra con una potencia extranjera, por haber delinquido al tener noticia de la aproximación del enemigo y ser el jefe de armas llamado a repeler la agresión;

40 Que el jefe que ha observado tan incalificable conducta ha perdido la confianza del Supremo Gobierno, y no puede continuar sirviendo en el ejército de la República sin desdoro del honor militar; y

5° Que por delito de traición no puede aplicarse la pena respectiva mientras no se siga el juicio correspondiente con sujeción a las ordenanzas del ejército, y con el voto unánime del Consejo de Ministros,

Decreto:

Artículo único.- Queda borrado del escalafón militar y privado de sus goces, prerrogativas y derechos el general de brigada don Miguel Iglesias, quien, tan pronto como sea habido, será juzgado en el consejo de guerra por del delito de traición a la patria, con arreglo a las ordenanzas vigentes.

Dado en Arequipa, a 9 de noviembre de 1882.

Lizardo Montero.

LOS DE IGLESIAS COMBATIERON AL LADO DE LOS CHILENOS

Tal como dijera Cáceres, el traidor había aceptado una paz implorada de rodillas. Chile encontró en Miguel Iglesias al aliado preciso, sosteniéndolo a toda costa, con dinero, con propaganda y con armas. Y fue precisamente en su defensa que acudió a Huamachuco, donde los patriotas dieron sangrienta batalla con inmolación de más de un millar de sus efectivos, entre ellos casi todos sus jefes, el 10 de julio de 1883. El triunfo chileno en Huamachuco fue festejado por la prensa adicta a Miguel Iglesias, quien entonces tuvo el paso franco a Trujillo desde donde marchó a la capital, reconocido ya por los chilenos como Presidente del Perú.

No obstante la hecatombe de Huamachuco, Cáceres prosiguió la resistencia, instalando su nuevo cuartel general en Andahuaylas y reorganizando sus huestes con la participación de una selecta élite de militares, obreros e intelectuales, pero sobre todo con el masivo apoyo del campesinado. Reinició entonces una nueva contraofensiva, esta vez contra los chilenos y contra los traidores, convencido de que el deber para con la patria era irrenunciable, ya que solo así se podría legar a las futuras generaciones un ejemplo de abnegación que atenuase en alguna forma la mancha de ignominia dejada por los traidores.

En el colmo de la prodición, en la segunda mitad de 1883 Miguel Iglesias formó con los chilenos un autodenominado Ejército de Pacificación, que trabó varios combates con las guerrillas patriotas, sobre todo en el Centro. Y gracias al apoyo del jefe chileno Patricio Lynch obtuvo finalmente el apoyo de los grupos de poder afincados en la capital. Así, lograda la colusión de los grupos de poder, el 20 de octubre de 1883 Miguel Iglesias suscribió en Lima el nefasto Tratado de Ancón.

El Ejército de La Breña repudió el entreguismo y perseveró en la guerra de resistencia aun por varios meses, tiempo durante el cual las tropas de Miguel Iglesias perpetraron verdaderos “malones” en la sierra central, sobre todo en Huánuco y Cerro de Pasco, jactándose de matar “cientos de indios”, como puede leerse en los diarios de la época. Esto no puede sorprendernos ya que ese mismo ejército de Miguel Iglesias fue el represor del movimiento campesino que lideró Pedro Pablo Atusparia, con sangrientas masacres en el departamento de Ancash.

NO DEBE CONSENTIRSE UN NUEVO DELITO DE LESA PATRIA

Pues bien, a ese Miguel Iglesias, que solo merece lugar de privilegio en la historia de la infamia, es a quien por veleidad, capricho, ignorancia, o entreguismo de nuevo tipo, se acaba de convertir en Héroe Nacional. Podría muy bien serlo de Chile, como lo dijera entre líneas Gonzalo Bulnes, uno de los principales historiadores del país agresor.

Hoy, de no anularse la malhadada Resolución Suprema que motiva nuestra más enérgica protesta, tendremos a Miguel Iglesias en la Cripta de los Héroes, nada menos que al lado de Andrés Avelino Cáceres. Y no queremos ni imaginar el problema que tendrá un maestro o maestra que lleve a sus alumnos y alumnas de visita a ese santuario histórico; porque, ¿cómo hará para explicar que el más infame de los traidores tiene un lugar de honor junto al más preclaro de nuestros héroes?

Cabe asimismo preguntarse si nuestro Ejército, heredero de las glorias de Cáceres, aceptará rendir honores a quien traicionó la causa patriota en los días más aciagos de la historia republicana.

* Orden de la Legión Mariscal Cáceres.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Seguramente algún aprista descendiente del traidor quiere así limpiar su nombre.

SCesar83 dijo...

saquen de ahi a miguel iglesias , trasladenlo a una iglesia ,no merecen que le rindamos homenaje.
VIVA EL TAYTA CACERES

Unknown dijo...

Muy pronto seran sacados esos restos y tirados a la misma basura. No pueden seguir mansillando el honor esos restos de quien en vida solo fue escoria.

VICTOR CALDERON dijo...

REALMENTE ES REPUDIABLE QUE NUESTRAS AUTORIDADES SE HAGAN LOS DESENTENDIDOS DE HACER ALGO POR NO RETIRAR LOS RESTOS DE UN TRAIDOR A NUESTRA PATRIA Y QUIEN FIRMO EL TRATADO ENTREGUISTA DE ANCON, QUE DICHO SEA DE PASO CHILE NUNCA LO CUMPLIO POR LO CUAL SE DEBERIA HABER PEDIDO SU NULIDAD ABSOLUTA Y HACER JUSTICIA A MUCHOS PERUANOS Y SUS FAMILIAS QUE QUEDARON DESAMPARADOS CUANDO CHILE TOMABA POSESIÓN INJUSTAMENTE DE ESOS TERRITORIOS PERUANOS, CON LA AYUDA LAMENTABLEMENTE DE TRAIDORES COMO IGLESIAS QUE PUSO RECURSOS Y HOMBRES PARA AL LADO DE CHILE ATACAR A CACERES (ENTRE ESAS ACCIONES ESTA LA BATALLA DE HUAMACHUCO DONDE PARTICIPARON PERUANOS DE IGLESIAS CONTRA PERUANOS DE CACERES) Y ENVIARLE ASESINOS CONTRATADOS PARA QUE LO MATEN, GRACIAS A DIOS NO PUDIERON MATAR AL UNICO PERUANO QUE ENCARNO Y ACTUÓ EN LA DEFENSA NACIONAL (ENTRE ELLOS SE UNIERON A CACERES MUCHOS OFICIALES PERUANOS COMO LEONCIO PRADO Y SU HERMANO, ETC, QUIEN FUERA FUSILADO POR LOS CHILENOS EN HUAMACHUCO Y ASIMISMO TODOS LOS OFICIALES Y SOLDADOS SOBREVIVIENTES DE ESA BATALLA) Y LUCHO HASTA EL FINAL Y NUNCA DEJO DE PEDIR A LOS PERUANOS QUE LIDERABAN EN ESE MOMENTO LA ZONA NORTE (MIGUEL IGLESIAS) Y LA ZONA SUR (LIZARDO MONTERO EN AREQUIPA) POR LA UNIDAD NACIONAL, PARA QUE CON LOS POCOS RECURSOS QUE TENIAN SE FUERAN ACRECENTANDO Y YA CON EL APOYO DE NUESTRO PUEBLO, ARROJAR AL ENEMIGO DE NUESTRO TERRITORIO, HECHO QUE LOS MISMOS CHILENOS YA VEIAN VENIR Y TENIAN TEMOR QUE EL RESTO DEL PERU REACCIONARA Y SE UNIERA A LA LUCHA DEL TAITA CACERES, POR ELLO DEBEMOS HACER JUSTICIA A NUESTRA HISTORIA Y A LOS VERDADEROS DEFENSORES HOMBRES Y MUJERES SOLDADOS DESCONOCIDOS, QUE DIERON LO MAS VALIOSO QUE UN SER HUMANO PUEDE DAR, OFRENDAR SU VIDA POR SU PATRIA QUE SUFRIA Y SANGRABA Y BRINDAR EL VERDADERO SITIAL Y HOMENAJES A NUESTROS DEFENSORES FÍSICOS Y ESPIRITUALES DE NUESTRA IDENTIDAD NACIONAL, QUE NOS LEGARON ESOS VALORES QUE NUNCA DEBEMOS DE FALTAR¡ TAITA CACERES PRESENTE¡, ALFONSO UGARTE PRESENTE¡, FRANCISCO BOLOGNESI PRESENTE¡, MIGUEL GRAU PRESENTE¡, LEONCIO PRADO PRESENTE¡, ALUMNOS DEL COLEGIO GUADALUPE PRESENTE¡ SOLDADOS CAJAMARQUINOS PRESENTE¡, SOLDADOS BATALLON ZEPITA PRESENTE¡, SOLDADOS DESCONOCIDOS HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS PRESENTE¡